Jetset Records, 2003
Mark Kozelek es un hombre que no
sabe medir palabras. Desde sus días como el líder de la mítica banda de
slowcore, Red House Painters, donde sus letras espeluznantemente personales
detallaban sus batallas contra las sustancias, la depresión y los traumas
familiares, hasta el día de hoy cuando sus exabruptos contra miembros de su
audiencia y de otras bandas causan sensación en la prensa que cubre los circuitos
de música independiente (por no decir nada del contenido lírico de sus últimos álbumes
donde ha redefinido lo que significa ser “confesional”) la discreción nunca ha
sido uno de los fuertes de este locuaz cantautor. Lo curioso es que el mejor
disco de la tortuosa carrera de este bocazas es el que posiblemente menos
enfoque ponga sobre su verbosidad y más sobre el otro fuerte de Kozelek: su
destreza con la guitarra tanto acústica como eléctrica.
No es por decir que la lírica de
“Ghosts of the Great Highway” sufra en comparación a las demás obras de
Kozelek; en el encontraremos todo desde elaboradas narrativas ficticias (con
giro y referencias eruditas al boxeo y todo) como “Glenn Tipton”, hasta
afectivas canciones de amor como el ciclo de canciones que ocupa la mitad del
disco; solamente que lo que más impresión causa en este escucha es la dimensión
musical de este LP, la cual sobra decir es sublime hasta el punto que le vale
ser colocado entre los mejores discos de su década.
Comencemos por la producción, la
cual parece hacer para la guitarra acústica lo que Kevin Shields hizo para la
guitarra eléctrica en su trabajo con su banda My Bloody Valentine, captando un
denso entramado de arpegiatura tanto acústica como eléctrica con efectos como
distorsión y delay leves, todo esto muchas veces en afinaciones alternas con
tal nivel de detalle y separación que nunca se pierden de vista los componentes
individuales; hasta la multitud de instrumentos foráneos (lira, cuartetos de
cuerdas, sintetizadores) que son integrados orgánicamente en las canciones,
“Ghosts of the Great Highway” representa un festín auditivo para el escucha,
con tonos orgánicos y arreglos complejos capturados con fidelidad audiófila.
Instrumentalmente, a pesar de que
Mark Kozelek no había logrado aún la sofisticación técnica que lograría posteriormente
al estudiar guitarra clásica, me aventuraría a decir que aún así este álbum
representa la mejor síntesis entre su estilo de guitarra folk rasgada con dedo
y su trabajo en la eléctrica, el último de los cuales parece tomar el estilo sucio
y distorsionado que hizo tan famoso a Neil Young y actualizarlo para el siglo
XXI; esto queda plasmado de mejor forma en la canción más larga del disco, la
épica “Duk Koo Kim”, la cual logra englobar las preocupaciones del disco tanto
líricas (el boxeo y las relaciones sentimentales) como musicales (acústica vs
eléctrica) a la vez que crea su propio género musical, una especie de folk
confesional con tintes de shoegaze en las distorsiones con una parte media-y
una duración- que recuerda al malogrado género del rock progresivo.
Kozelek solo ha realizado un
álbum más con estas características, el casi igualmente magistral “April” del
2007; en gran parte abandonaría la guitarra eléctrica para enfocarse casi
exclusivamente en la acústica, siendo su disco “Universal Themes” el único
donde ha empleado el instrumento desde aquel entonces, aun así siendo el estilo
radicalmente distinto a las épicas guitarreadas que le valieron su
reputación-cabe decirlo- desde los años postreros de Red House Painters. No me
corresponde decir que el deseo de dejar atrás el lastre que significaba el
nombre “Red House Painters” lo haya empujado a tomar esta decisión artística,
solo espero que los reportes provenientes de voces torvas que atribuyen la
locuacidad, el alza en lo prolífico y la
beligerancia sobre el escenario recientes de este personaje a una enfermedad
terminal no divulgada sean falsos y Kozelek decida un día de estos regalarnos,
una vez más, un épico al estilo de “Ghosts of the Great Highway”.
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